Los gobernantes rusos no me gustan nada. Suelo ser muy críticos con ellos. Los que sí me gustan de verdad son los rusos. Me gusta su población, su gente, su carácter. No mucha gente sabe que, probablemente, en el siglo veinte la población rusa ha sido la población más castigada de toda Europa. Les da igual. Siguen adelante. Nunca se rinden. He aquí dos nuevos casos relacionados con el Torneo de tenis que ayer finalizó en la ciudad de Miami, la ciudad por antonomasia de todos los comemierdas latinoamericanos.
El otro día pude ver a través de Internet el vídeo en el que el tenista ruso Mikhail Youzhny está jugando un partido contra el español Nicolás Almagro. Mikhail Youzhny pierde un punto, se enfada y, con la raqueta se sacude tres golpes fuertes en la cabeza, cabeza de la que brota sangre y el partido se tiene que parar. Sólo un ruso es capaz de reventarse la cabeza así mismo de ese modo. Son únicos. Tienen varios puntos más a la hora de aceptar el dolor. Si pueden busquen el vídeo en Internet. No tiene desperdicio.
El otro asunto que quería destacar es que ayer vi en directo la final del Torneo de tenis de Miami. Rafael Nadal contra el ruso Nikolay Davydenko. Rafael Nadal no jugó bien. Nikolay Davydenko jugó de maravilla, sin darse importancia. Jugó a lo suyo. Realizó un partido sólido y ferreo en el que sacó de la pista a Rafael Nadal. En el circuito de tenis se comenta que Nikolay Davydenko vive deprimido porque está acusado de amañar numerosos partidos en apuestas ilegales y desorbitadas. Este tenista ruso lleva algún tiempo en el que cada partido lo juega bajo sospecha y, aquí lo tienen, si este hombre no estuviese deprimido ayer por la tarde hubiese sido capaz de sacar del Estadio a Rafael Nadal.
lunes, 7 de abril de 2008
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