Ayer me llamó otro vecino por teléfono móvil para decirme que tiene intención de acudir al concierto de la buena banda de rock and roll que son los punkis hermanos Gallagher y que se hacen llamar Oasis. Me dice que si me voy a apuntar y le digo que me encantaría, pero en principio no voy a hacerme con la entrada. Cada día tengo que asumir un poquito más de responsabilidad en el trabajo, cada día tengo más problemas por falta de tiempo para mantener este humilde blog y, va a llegar el mes, no tardando mucho, que en un mes podré publicar diez artículos como mucho. Te vas haciendo mayor, te cargas de responsabilidades y tienes que terminar renunciando a las cosas que te interesan y tienes que terminar renunciando a ti mismo. Una mierda pinchada en un palo, pero así son las cosas y no las vamos a cambiar siendo tan poquina cosita. La vida te engulle. La vida nos engulle.
Este otro vecino que me llamó el viernes me dijo que el pasado domingo por la noche cogió un avión con destino a Barcelona porque el lunes a primera hora tenía una reunión de trabajo. Me ha dicho que en Barcelona consiguió entrada para el concierto pop de la banda británica que es Keane y que le gustó muchísimo. Dice que Tom Chaplin canta como los ángeles, cosa que es cierta, a lo que le añado que creo que a día de hoy es uno de los mejores cantantes pop que hay en el mundo. Mi amigo dice que el martes, cuando tuvo un rato para reponerse del concierto se escaqueó de sus obligaciones laborales para llegar al mercado de "La Boquería". Dice que compró unas pocas de setas y unas pocas de gambas y que se las hicieron en uno de los bares del propio mercado tan reconocido a nivel nacional y en algunos sitios concretos conocido a nivel internacional. Mi amigo me dice que tengo que salir de Madrid y que debo volver a retomar mis antiguos viajes cortos al extranjero, pero mi amigo sabe que mi vida es buena porque vivo bastante puteado y, vivir puteado te obliga a quitarte de muchas cosas que te gustan y que por el momento no puden ser. Me comenta que ha leído la novela del escritor David Trueba que lleva por título "Saber perder" y que le ha gustado mucho. Dice que la lectura le ha resultado muy amena y el libro muy divertido. Le digo que todavía no he leído "Saber perder" pero que me gustaría. Otra vez la falta de tiempo, vaya puta mierda.
Hoy sábado, después de trabajar, sin comer y hasta los huevos de muchas cosas, he llegado a casa, he desecho la mochila del trabajo y he preparado la bolsa de deporte. He montado en el coche y he llegado hasta la piscina. Me he cambiado y he llegado hasta el agua. En las calles cuatro y cinco, las mejores calles para nadar, estaban ocupadas por dos grupos de un club de natación. Chicos y chicas. Calculando por encima, entre diecisiete y veinticuatro años. Todos ellos y ellas nadaban de maravilla. Casi todos ellos y ellas estaban guapísimos. Nadaban rapidísimo en todos los estilos posibles, con movimientos de una belleza, fortaleza y sensibilidad dignos de admiración. La agilidad de todos ellos en el agua ha sido digna de mención. Los que de verdad saben nadar lo hacen rapidísimo, con mucha fuerza, avanzan cantidad espacio en cada brazada, pero apenas hacen ruido. Los brazos y las piernas los mueven a la vez con la sutilidad y limpieza de los delfines. Las mujeres que nadan de verdad y en cantidad tienen pocas tetas y los hombres terminan por sacar su pequeña chepa.
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