domingo, 9 de noviembre de 2008

la paloma

A veces pienso que la policía de la ciudad de Madrid mira hacia otro lado porque no les interesa saber lo que sucede. Soy un asiduo a la M-30. En esta carretera de circunvalación que recorre toda la ciudad de Madrid por dentro, se ven muchas cosas. Creo que no escribo sin saber lo que escribo. Si por cada vez que entro en la M-30 con un coche o una furgoneta fuese a parar a mi cuenta corriente un céntimo de euro, no sería rico, ni mucho menos, pero podría pagarme algunos caprichitos de cuando en cuando. Casi todas las mañanas suelo entrar en la M-30 cuando las calles todavía no están puestas y, a la mayoría de las personas no les ha sonado el maldito despertador para desperezarse. Si usted frecuenta la M-30, usted se habrá fijado que en muchas partes del pavimiento existen unas marcas de ruedas de coches que, en ocasiones son marcas marcadas en línea recta, en ocasiones las marcas están achicharradas en diagonal pisando el carril de al lado y, en otras ocasiones la diagonal es más pronunciada y cruza los cuatro carriles. Si usted ve todas esas marcas a uno le da por pensar. Lo primero que uno piensa es: aquí de madrugada se realizan carreras de coches. La M-30 es una buena carretera para cometer algunas locuras. Esto es lo que una persona puede pensar. Lo que ocurre es que además de pensarlo no es la primera vez que, vas con tu furgoneta a ochenta kilómetros por hora por el segundo o tercer carril y, escuchas varios estruendos, al mirar por el espejo retrovisor del interior de la furgoneta ya no ves nada, porque por cada lado, en ocasiones te pasan unos coches deportivos a los que no eres capaz ni de distinguir el color. No sé si la policía de la ciudad de Madrid estará al tanto de esto, supongo que sí, pero deben estar muy bien en comisaría con la calefacción encendida ahora que ya está llegando el mal tiempo. Vas tu con tu furgoneta de manera prudente y vas vendido. Vas a tu trabajo y en cualquier momento puede cagarte una paloma con tan mala suerte con la que caiga la porquería en tus cristales o en la chapa de tu vehículo.

El fallecido líder de extrema derecha austriaco Jörg Haider falleció tras empotrar su coche después de haber bebido el doble de la cuenta. Antes de fallecer Jörg Haider pasó por un club de homosexuales. Resulta que Haider, "felizmente" casado y con dos hijas era maricón perdido. Al fallecer Haider el partido de extrema derecha austriaco tuvo que colocar a una nueva persona como líder de la formación. Al día siguiente de ser nombrado el nuevo líder este hombre acudió a un programa de radio para ser entrevistado y de lo primerito que dice es que Jörg Haider era un gran líder y un excelente amante. Este hombre de lo primerito que dice en la entrevista es que Haider y él mantenían una relación sentimental desde hace años, que era el hombre de su vida y que su mujer estaba al tanto de la relación sentimental y que la aprobaba. Ya casi nada corresponde a lo que en principio debería ser. Líder de extrema derecha homófobo pero homosexual. Después de conceder esta entrevista este hombre fue destituido del cargo de manera fulminante.

Cuando uno escucha hablar a ciertas mujeres sobre el amor que sus maridos sienten por ellas, en algunos casos concretos te das cuenta de la mentira que es la vida. Tu marido te quiere mucho pero en cuanto tiene un hueco se va a follar a una casa de citas. La crisis económica también afecta a las casas de citas, pero dichas casas funcionan. Resulta que hace poco una mujer china me ha dado un masaje descomunal en los tobillos y en los pies y, también en la espalda. Me comió la polla un par de veces de manera magistral, hasta los huevos, me limpió el ano de maravilla con la lengua y terminamos echando un polvazo bastante salvaje. Al salir de la casa de citas monté en el coche y regresé a casa como si en lugar de conducir estuviera montando en globo. Por el camino, lejos de la M-30, iba tan sumido en un mundo de levitación que cuando escuché un fuerte golpe en el espejo delantero del coche me costó levantar la vista. Una paloma había cagado con exactitud y grandeza. Por el camino no paré de apretar la palanca del limpiaparabrisas. No quería que el óxido se secara. Como llevaba un rollo de papel higiénico en la mochila cogí varios pedazos y quité el óxido todavía blando. Cuando veo a las mujercitas españolas en edad casadera reir como tontitas lo único que puedo pensar es "vaya atraso". Siendo libre como un perro callejero sin dueño y con pulgas puedes encontrar tu lugar de peregrinación personal aquí y allá, sin perra que te ladre.

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