jueves, 27 de marzo de 2008
rumbeando la noche
Por motivos que no vienen al caso, conozco a montones de inmigrantes que se han instalado en la ciudad de Madrid con la intención de prosperar en la vida. Uno de estos inmigrantes me dijo ayer: Los inmigrantes antes de abandonar nuestro país de origen estamos repletos de nuevos proyectos y de miedo. Algunos nos abrimos camino con mucho esfuerzo y sacrificio. El miedo tarda mucho tiempo en abandonar nuestras vidas. Al llegar a España (a Madrid en particular) algunos toman la posibilidad de tratar de mejorar y, otros, cuando se dan cuenta de como se funciona aquí, deciden vaguear. Inmigrantes que vaguean por la ciudad de Madrid hay muchos. Conozco a unos cuantos. Este inmigrante tiene un hijo adolescente y me contó esta historia sobre el amigo de su hijo, al que también conozco bastante bien. El amigo de su hijo tiene diecisete años de edad. Llegó a Madrid procedente de Colombia con su hermano pequeño el pasado mes de septiembre. La intención era que el hermano pequeño fuese al colegio (lo hace) y que el hermano mayor se pusiera a trabajar en cuanto tuviese los papeles en regla. Tenía facilidades para conseguir los papeles. Su tía (hermana de su madre) regenta un negocio próspero y, le iba a dar trabajo e iba a vivir en su casa. El chico vino repleto de miedo y aceptó las consignas de su tía. En cuanto comprobó la manera de funcionar que tenemos en Madrid, tomó sus propias decisiones. No tardó mucho, más o menos un mes, en comenzar a mostrar cuales eran sus verdaderas intenciones. El chaval comenzó a salir de noche y se echó una novieta colombiana con papeles en regla. Comenzó a llegar a casa de su tía a la hora de comer. Por supuesto, su tía le comunicó que no estaba de acuerdo con las cosas que estaba haciendo. El joven le salió con los típicos improperios de que tú no eres mi madre y tú a mí no me gritas. La mujer le comunicó por teléfono a su hermana la actitud de su hijo. La madre le dió la bronca al niño y el niño le dijo a su madre que si quería darle la bronca, que viniese a Madrid desde Colombia para que le dijese lo que le decía por teléfono. El joven acentuó su mal comportamiento y la tía no ha tenido más remedio que expulsarle de casa hasta que mejore. Se ha marchado a vivir con la novieta a un piso de alquiler que paga la muchacha religiosamente con el esfuerzo de su trabajo. El chico se jacta de vivir de las mujeres. Este tipo no tiene ni puta idea de lo que es la vida. No tardará mucho en darse una hostia con la que se va romper la cabeza. Este chico necesita romperse la cabeza de verdad. Su tía me ha comentado: Llega un día el niñato y me dice, nada más levantarse de la cama que ha decidido cambiarse el nombre. Desde ese mismo instante nos exige a todos que le llamemos Dacley. Su tía me siguió contando: Dacley no tiene trabajo. No tiene papeles. Vive de su novieta hasta que la novieta se canse de él. No es capaz de escucharme. Le he dicho que el "amor" se suele convertir en una rutina y que la rutina tirotea al amor. Con el paso del tiempo la rutina arrasa el amor. Dacley sólo sabe contestarme que el vivirá de las mujeres sin trabajar y que se las apañará sin papeles en la ciudad de Madrid. Este chico, como es ley de vida, el día que se parta la cabeza tendrá que regresar a casa de su tía, pedir perdón y, tendrá que empezar a comportarse como una persona. No es justo tener que aguantar a un tipo así al que dentro de algunos meses tendrá que aceptar de nuevo en su casa. Dacley piensa que lo suyo es vivir rumbeando la noche. La noche no trae nada bueno y es una desgracia que su tía tenga que pasar por algo tan doloroso después del esfuerzo tan grande que ha realizado para ofrecerle la posibilidad de tener una vida mejor. Este niñato se cree que la convivencia es fácil. Se cree que la conviviencia es fácil cuando hay dinero y cuando no hay dinero para seguir adelante. Este descerebrado no tiene las cosas claras. No tiene pensamientos propios ni base alguna de nada.
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