Hace algunas semanas escribí que en el trabajo me habían nombrado responsable de recursos humanos. No me nombraron por estar capacitado para la tarea ni nada por el estilo. Me ofrecieron el cargo por desidia de los demás. Cada varios días entrevisto a algún hombre que desea trabajar. El oficio con el que me gano la vida no es un oficio muy complicado pero como cualquier trabajo requiere algunas habilidades y eso sí: tienes que tener un par de cojones y un palo para olvidarte de casi todo en tu vida. Doce horas diarias la mayoría de los días. Algunos días quince horas diarias. Obviamente, las personas que quieren el puesto de trabajo están ahogadas económicamente. Hasta el momento me he encontrado con tres pretendientes al puesto de trabajo. Dos extranjeros, uno de Guinea y otro chico brasileño y uno autóctono, auténtico producto ibérico. Nacional de raza. Sin ninguna duda, hasta el momento el chico brasileño se ha mostrado más apto que los otros dos para ser llamado, lo que no implica que se le vaya a llamar para incorporarse. El hombre guineano era un pobre hombre, pero quien realmente me ha conquistado ha sido nuestro producto nacional. Ha sido el peor de los tres con diferencia. Explicaré lo mejor que pueda el caso.
El pasado martes le llamé al teléfono móvil para concertar una cita para hoy. Marqué su número de teléfono y sonó la llamada. Acto seguido una voz mecánica te informa: Este es el teléfono móvil de "Fulanito de tal". Después escuché un pitido para acto seguido escuchar berreando a Fulanito de tal: ¡Porque a mí Shakira me pone mazo! Silencio en el teléfono móvil para después escuchar a Alejandro Sanz con el politono: Sé que no he sido un santo pero lo puedo arreglar. La frase la escuchas un par de veces. Vuelve a sonar la llamada y escuchas a Fulanito de tal. Quedamos a una hora cerca de mi lugar de trabajo. Al día siguiente nos encontramos. Esperaba a un lince y no me equivoqué. Cinco pendientes esparcidos por la cara que no en las orejas. Sin afeitar, sucio, vestido con una camiseta, un bañador y unas chancletas de piscina. Vamos a tomar algo y le pregunto: ¿Qué quieres tomar? Doce la mañana de hoy. Va el tipo y me dice: Whisky con coca-cola. Me apresuro a decirle al chavalote: Lo siento pero copas no pago. Tómate una cerveza o un refresquito que es demasiado pronto. El lince me constesta: Una cerveza. El whisky con coca-cola era para tratar de calmar la timidez. El tipo llegó con algunos harazaños en la poca piel de la cara que le quedaba libre por los pendientes incrustados. Me interesé: ¿De dónde vienes con estos harañazos? Vengo de partirle la cara a mi suegro. Es que he dejado embarazada a una chica de diecisiete años. El hombre no lo lleva bien -me dice-. Le pregunto por su experiencia laboral y me la cuenta pidiéndome antes dos cigarrillos. Uno para fumar en el momento y el otro para después que coloca en una de sus orejas. Experiencia laboral: He sido legionario pero me expulsaron por traficar con drogas. En cuanto al oficio es cuestión no sé nada de nada. Por las mañanas no suelo estar muy lúcido, pero en cuanto me fumo tres porritos me caliento y ya no hay quien me pare. Palabra. Di la reunión por terminada lo antes posible. A sus veintidós años de edad me dijo al final: Llámame para trabajar. Lo necesito. Le dije que lo tenía un poco difícil. Ahora mismo voy a escribir un correo electrónico al contacto que tengo en la oficina de empleo en el Ayuntamiento de Madrid para que no me envíen a ex combatientes ni nada por el estilo.
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