Algo que le ocurrió el pasado domingo a un compañero de trabajo nos está provocando algunas risas en los muchos tiempos muertos por los que tenemos que pasar a diario. Me dispongo a relatar la historia lo mejor posible. Este compañero de trabajo debe tener entre cuarenta y cuarenta y cinco años. Está casado y tiene dos hijos. La chica, la mayor, debe tener trece o catorce años. El chico, el pequeño, no sé la edad concreta que tiene aunque sé que el pasado mes de mayo hizo la comunión. Esta familia ha vivido durante muchos años en un piso en las afueras de la Comunidad de Madrid. Hace algunos años compraron un chalet en la provincia de Toledo, allá donde Cristo prefirió no llegar para recoger su chancla y decidió andar descalzo con tal de no darse la caminata. Hace menos de un mes que han cambiado de residencia. Lo hicieron cuando los chicos terminaron el colegio. Cuando se hace una mudanza aparecen mil cosas que uno creía que no tenía. Entre los trastos que este compañero daba por desaparecido encontró un botijo al que tenía mucho cariño en su juventud. Al verlo le hizo ilusión y quiso recuperarlo. Ya en el chalet, decidió llenar el botijo de anís para tratar de quitarle el hedor que desprendía por los años de almacenaje. El botijo lleno de anís lo escondió en un lugar del garaje que creyó conveniente para que no estuviese al alcance de su hija ni de su hijo. El pasado domingo por la mañana el padre, la madre y la hermana decidieron ir a comprar el pan. Al chico le apetecía jugar en el jardín con los perros. Como lo panadería está a menos de diez minutos de el chalet dejaron al chico a su aire con los perros. Cerca de la panadería hay una tienda de ropa y, la madre y la hija se entretuvieron cinco o seis minutos a mirar las cosas del escaparate. Al regresar a casa un cuarto de hora o veinte minutos después no tardaron mucho en darse cuenta que el niño andaba por el jardín haciendo eses y que decía unas paridas con la boca torcida de aquí te espero. Al rato el niño se puso a devolver y después se acostó por voluntad propia a dormir una siesta larga. Mientras jugaba con los perros en ausencia de los padres y la hermana con una pelota de goma, la pelota fue a parar al garaje. El chico entró a recoger la pelota y por cosas del destino se encontró con el botijo. Al verlo lo cogió y al estar lleno bebió. El niño tenía sed y le gustó el agua dulce. Bebió suficiente para mitigar el calor. El chico cuando se despertó de dormir la mona paso el resto de la tarde aturdido. Nuestro compañero de trabajo nos cuenta la bronca que le formó su mujer. Que si eres un tal y un cual, que si no estás a lo que tienes que estar... ya saben, lo típico en estos casos. El domingo por la noche la mujer de este compañero estaba tan enfadada que el compañero terminó por dormir en el sofá. Dice que desde el domingo apenas le dice nada a su mujer porque si lo hace va a terminar durmiendo en las casetas de los perros.
martes, 29 de julio de 2008
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