lunes, 9 de marzo de 2009

a palo limpio

Hace unas semanas la joven cantante de música pegadiza Rihanna fue noticia porque su novio el rapero Chris Brown le pegó una paliza de aquí te espero. Parece ser que los ánimos estaban encendidos y Rihanna le dijo algo a Chris Brown que no le gustó y el rapero la molió a golpes. Le pegó tantos palos que la joven cantante acabó con los huesos doloridos en el hospital. La joven magullada ha permanecido en el hospital ingresada algo más de una semana. La cuestión es que Rihanna ha salido del hospital y la pareja se ha marchado de vacaciones para reconciliarse. Rihanna tendrá sus razones y me parecen legítimas. Es su vida y ella tiene que tomar sus decisiones. Durante su estancia en el hospital el rapero Chris Brown se ha dedicado a pedir perdón y a decir todo lo mal que se siente y que no volverá a hacerlo y todas esas gilipolleces que decimos todos y todas cuando la hemos cagado y, nos han pillado con las manos en la masa. Rihanna tiene veintiún años y Chris Brown diecinueve. Son jóvenes, guapos y adinerados, lo que significa que son comidilla y envidia de esta sociedad en la que vivimos, sociedad que por cojones te obliga a triunfar en la vida antes de los veinticinco años (y con experiencia) si no quieres convertirte en un mediocre o una mediocre. ¿Por qué algunas mujeres dedicen seguir adelante con un hombre que te ha propinado una paliza? ¿Por qué algunos hombres deciden seguir adelante con una mujer que le pega una y otra vez? La violencia de género es una violencia de géneros. Los hombres son más asiduos a sacudir a su pareja, pero algunas mujeres sacuden a sus hombres también. Lo que sucede es que vivimos en una sociedad tan machista y tan aterradora que si un hombre pega a una mujer "es lo normal". Si una mujer pega a un hombre ya no es normal. Si ese hombre abofeteado acude a la comisaría a denunciar los malos tratos físicos que le proporciona la mujer de su vida es probable, muy probable que los policías le tilden de calzonazos y se rian de él en su cara.

Que un hombre pegue a una mujer me parece muy mal, igual de mal que si una mujer pega a un hombre. Si mi pareja me partiese la cara creo que habría tres opciones a seguir y, cada una de las opciones dependería del día. Quizá, si me pilla tranquilo, le diría que se ha equivocado y que deje la cosa como está y que aquí no ha pasado nada. Si me pilla menos tranquilo igual le digo que hasta aquí hemos llegado y que se acabó el asunto. Si me pilla en un mal día o en un mal momento, es probable que me pusiese a su altura y, entonces también lo más probable es que ella terminara en la consulta del dentista con los dientes en la mano. ¿Dónde está el punto medio y correcto? Si te dejas pegar malo, si te pones a su altura malo también. No sabes cómo acertar. En el caso de las mujeres apaleadas es más difícil todavía. Ponerse a la altura de un hombre para dar palos no es su fuerte por motivos obvios. ¿Usted, hombre o mujer, aceptaría seguir con su pareja después de haber sido sacudida o sacudido de tal modo como para terminar con sus huesos en el hospital por una semana? Supongo que quien lea esto, por lo menos el noventa y nueve por ciento se negará a sentirse tan humillado o tan humillada. La cuestión es que las humilladas y los humillados siguen permaneciendo junto a las personas de las manos en movimiento. Llevamos unos años en que la violencia de género es un tema muy sensible, en gran medida porque la sociedad se cree sofisticada. La violencia de género ha existido siempre. España ha sido y es un hervidero de la violencia de género. Pregunten a sus abuelas, pregunten. Aquí los hombres han dado hostias a las mujeres hasta que se han cansado por los dolores de las manos. Hace cincuenta años la violencia de género no podía comentarse. Ahora de la propia violencia de género, en algunos casos concretos, hacemos negocios y propaganda. Que Rihanna y Chris Brown estén juntos me trae sin cuidado. No me interesa la vida de ninguno de los dos, pero reconozco que, en primer lugar no me gusta que nadie pegue a nadie y, si lo hace, que la otra persona sepa ofrecerle lo que se merece, que es dejar al maltratator o la maltratadora, pero los intereses y las decisiones de cada uno y de cada una deben ser respetados porque cada persona tenemos nuestras propias razones que los demás no deberían ni pararse a comprender. Que cada cual solucione las cosas de su casa y después, si tiene tiempo, que piense en las cosas que les suceden a los demás y que nos resultan incomprensibles.

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