jueves, 9 de abril de 2009

contenedor de basura

El pasado lunes por la tarde me ocurrió una cosa bastante desagradable. Parte de mi trabajo, o una pequeña parte de mi trabajo consiste en sacar enormes cajas de basura a varios contenedores acondicionados para "esto mismo", para tirar la basura. El caso es que ya pasada la media tarde salí cargado con una caja hasta el contenedor. Lo habitual es que cuando llego al contenedor suelo apoyar el suelo de la caja sobre el borde del armatoste de plástico con la intención de coger impulso para volcar la carga de una vez. Volcar la carga de una vez con certeza me resulta más saludable para mi propio cuerpo. El contenedor estaba hasta la mitad de cosas cuando me dispuse a volcar a la carga. Al doblar las muñecas para hacer caer todo tuve que frenar en seco. Pude ver lo que ocurría pero no lo comprendía. Un segundo antes de tirar la carga vi salir dos cabecitas pequeñas de personas de entre la basura amontonada en el contenedor. Eran niño y niña. Ninguno de los dos superaba los cinco años de edad. Con la carga en las manos y viendo a los niños crecer dentro del contenedor pude comprobar que buscaban comida. Al darme cuenta de esto quedé paralizado. Observé en derredor porque esto me parecía de otro planeta. En la acera de enfrente dos mujeres ecuatorianas les gritaban a los niños que saliesen del contenedor aunque antes les preguntaron si habían encontrado algo. En este intervalo de tiempo llegó hasta mi lado un compañero de trabajo. Este compañero de trabajo es ecuatoriano. Pudo ver lo mismo que estoy describiendo pero durante menos tiempo. Este compañero de trabajo me dijo que sí, que eran paisanos y que renegaba de ellos por su comportamiento. Le pregunté si era normal ver "esto" en Ecuador y me dijo que no a excepción de las barriadas de pobredumbre. Los dos niños salieron del contenedor como lagartijas sin nada en las manos excepto la suciedad de cuerpos enteros. Regresaron junto a sus madres. El compañero de trabajo y quien escribe nos quedamos mirando a las mujeres mientras la una le dijo a la otra: Vámonos, que nos están mirando. Subieron andando calle arriba y así pude volcar la caja de basura sobre el contenedor sin sobresaltos. Quedé bastante atontado. Con la caja vacía volví a mi puesto de trabajo y así pasé la tarde. Revuelto y sin apenas hablar. El pasado lunes por la tarde ya lo había visto todo.

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