Desde el pasado día dos de diciembre no he podido escribir ni hacer nada con el ordenador desde el que escribo ahora mismo; el ordenador desde el que suelo escribir casi siempre. En el último artículo que escribí dejé bien claro que el ordenador hacía cosas raras. Resulta que la fuente de alimentación se estropeó y, hasta esta misma mañana; veintinueve días después, un vecino mío al que estoy muy agradecido no ha podido cambiar la fuente de alimentación. También quiero agradecer a mi amada pitufa los esfuerzos que ha realizado por intentar poner el ordenador en marcha sin éxito alguno. Me quedo con la intención, no con los resultados. Querido Juan: muchísimas gracias por arreglarme el ordenador desde el que escribo.
Lo primero que he hecho nada más arrancar el ordenador ha sido dirigirme a esta dirección, a la dirección de mi humilde blog para borrar por completo el artículo que tuve que dejar escrito a medias. Un artículo sobre el asesinato que cometieron en Francia algunos miembros de la banda terrorista ETA contra dos guardias civiles. En veintinueve días han sucedido muchas cosas que no puedo escribir de seguido. Así que creo que lo primero que voy a hacer es escribir sobre cómo me siento.
En uno de mis últimos artículos escritos en este humilde blog dejé escrito que para mí las cosas iban a cambiar y no a mejor, precisamente. Lo tenía claro y así ha sucedido. Ha sucedido lo que esperaba. Ni más ni menos. Resulta que por motivos que no vienen al caso trabajo quince horas diarias. Llevo dos semanas que he tenido que trabajar de noche, de madrugada y de día. Por las tardes dormía, me duchaba, me lavaba los dientes, me afeitaba y vuelta al trabajo. He estado viviendo en el trabajo. Lavarme los dientes y afeitarme lo hacía (y lo seguiré haciendo por el momento en el trabajo hasta que la cosa mejore). En casa he dormido y me he he duchado antes de volver al trabajo. Muchos días no he podido ni desayunar ni comer. También tengo que escribir que hoy, mi jefe, me ha pagado un sueldo que ni yo mismo esperaba. Me ha pagado mucho dinero. Es su manera de recompensar vivir en el trabajo y apartar toda mi vida personal por dos semanas. Resulta que mi jefe me ha pagado mucho dinero, resulta que me siento mal porque he pegado un bajón psíquico de consideración (vivir para trabajar destroza) sobre todo si tu trabajo no te gusta, y, resulta que en quince días he visto a mi amada pitufa alrededor de tres minutos.
Amada pitufa mía: lo siento profundamente. De corazón. Me siento mal por ello. Lo que sucede es que ya sabes cómo han venido las cosas y cómo las cosas están y, no he tenido más remedio ni tendré más remedio en una temporada que seguir dedicado a salvar los muebles sin ningún tipo de alarde ni floritura, dedicado en exclusiva a mantener lo que otros ahora mismo por motivos de salud no pueden mantener. Debo seguir dedicándome a trabajar hasta que las cosas mejoren para los demás. Dedicarme a trabajar sacrificando casi todo, incluida a tí como te he sacrificado en estas dos semanas pasadas. Me duele mucho. Sé que has estado enfadada y con razón. Lo siento de veras. También te agradezco que no me hayas dicho nada al respecto aunque sí que he notado tus enfados a través a nuestras conversaciones telefónicas diarias. Me pregunto si tendré algo de tiempo para que los reyes magos no te olviden de mi parte. Te amo. Es lo que siento por ti.
Para finalizar este artículo de reencuentro debo escribir que con mi querido padre cada día me llevo peor. Nos llevamos peor. Estamos atravesando una temporada que no podemos ni vernos y discutimos por todo. No van a parar de llover petardos en pocas horas. Se acerca el final del año 2007 y el comienzo del año 2008. Año en el que mi amada pitufa y yo nos vamos a casar aunque por el camino traten de ponernos la zancadilla en algunos momentos. Mi amada pitufa y yo saldremos adelante. Estoy convencido de ello. Con todo lo que llueve nuestro amor está por encima de todas las mezquindades cercanas. Que lluevan petardos. No destrozarán dos corazones.
lunes, 31 de diciembre de 2007
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